viernes, 5 de mayo de 2017

PABLO, UN IDEAL PARA LA SOCIEDAD


Trabajar con uno de los capos más temidos de Colombia, algo que nadie pondría en su currículo profesional por más cierto que fuera, sin embargo, es algo que algunos colombianos han vivido y que bajo el anonimato de las ciudades ha permanecido oculto. Se han preguntado ¿Cuántas veces se han relacionado con alguien que fue asesino a sueldo, narcotraficante, “lava perros”, “sapo”, familiar, amigo, conocido de algún capo de la mafia? Posiblemente en este momento lo están pensando, también es factible que piensen que, con ninguno, sin embargo, piénsenlo dos veces.
Tener un pasado relacionado con la mafia es algo que sin lugar a dudas marca la vida de las personas. Colombia, por su historia violenta, manchada por el narcotráfico y guerra entre carteles, es un ejemplo perfecto para mostrar a estas personas. Como lo es el caso de nuestro invitado que, por motivos de seguridad, cambiaremos su nombre por Rodrigo.
Rodrigo nació en una familia numerosa. Desde pequeño, a pesar de que nunca le faltó nada, soñaba con tener dinero, familia y llenarse de lujos. Cursó sus estudios básicos hasta tercero de primaria y a partir de ese momento empezó a trabajar en fincas. A Rodrigo no le gustaba estudiar, y después de trabajar unos años decidió probar suerte en EEUU. El sueño americano parecía más lejano para él conforme pasaban los años. No tenía un trabajo fijo, tampoco sabía inglés y debía sostener a su familia, algo que se le dificultaba día a día. Sin embargo, como cosas del destino, en uno de sus trabajos, vendiendo joyas, conoció al “traqueto” que le cambió la vida.
En una de las fiestas a las que fue llevado, por ser colombiano, lo invitaron a formar parte de un grupo delincuencial dedicado a traficar drogas provenientes de Colombia, más precisamente, del cartel de Medellín dirigido por Pablo Escobar. La figura de “El Patrón” era sinónimo de riquezas, buena vida y de lujos, algo que se le había hecho esquivo a Rodrigo toda su vida y que, gracias a Pablo, estaba consiguiendo sin el mayor esfuerzo. Nuestro protagonista pasó del infierno al cielo, como esas promesas que le hicieron a cientos de colombianos y que hoy muchos no viven para contarla. En una sociedad como la colombiana, en donde las oportunidades eran escasas, el narcotráfico era una de las salidas principales y más si era de la mano del capo del cartel de Medellín, una figura poderosa, querida y peligrosa.
Sin embargo, después de 10 años en el negocio, la justicia americana apresó a Rodrigo en su apartamento por tráfico de drogas. Todo lo que había construido se desmoronó. Se comió su fortuna en abogados y en rebajas de condena, pagando únicamente 10 años de prisión en EEUU y siendo deportado posteriormente a Colombia.
Rodrigo trabaja actualmente como conductor. Transporta a cientos de personas todos los días, y bajo el anonimato de su volante, pasa desapercibido. Él habla de la figura de Pablo Escobar en esa época, retrata la veneración que se le tenía al capo del cartel de Medellín y lo contrasta con la mirada que ahora le tiene la sociedad a “El Patrón”. Ahora las personas saben más sobre las andanzas de Pablo y las rechazan, sin embargo, sigue siendo sinónimo de buena vida, riqueza y lujos, un ideal que muchos desean alcanzar.

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